Sobresalto en el pueblo
Sobresalto en el pueblo
Hace tiempo que quería escribir de lo que incordia el repiquetear de los ladridos de los mastines a ambos lados de las alambradas que finalizan en los caminos de los pueblos, sin encontrar la voz.
Algunos urbanitas aún conservan en su imaginario los pueblos como un remanso pastoril teñido de pintoresquismo.
Esta mañana en el camino de los Santos, impávido, me paro a la altura de la Mina, de buenas a primeras baja de los Olivares un compañero de viaje inesperado, un mastín negro, otea el horizonte y vuelve a subir entre los olivos con el mismo sigilo.
Qué lejos queda la proclama lacerante "A desalambrar" de Víctor Jara:
A desalambrar A desalambrar
Que la tierra es nuestra
Tuya y de aquel
De Pedro y María
De Juan y José
Son muchos los que tienen una casa de campo alambrada hasta los dientes y con tres o cuatro mastines ladrando sin parar. Casi todo dios tiene alambrada su parcela. Las alambradas forman parte inseparable del paisaje.
El caminante impenitente pasea mas tranquilo en el paseo fluvial de la ciudad que en el remanso pastoril del pueblo.
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